La ciudad de los hombres santos by Luis Montero Manglano

La ciudad de los hombres santos by Luis Montero Manglano

autor:Luis Montero Manglano [Montero Manglano, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T05:00:00+00:00


2

Universidad

Lacombe se presentó en el nido a la hora exacta que convino con Burbuja. Yo no había vuelto a verla desde Londres y sin embargo me saludó sin mostrar ninguna emoción especial, haciendo gala de una flema profesional muy propia de ella. Los saludos fueron cortos y sin ceremonias. La agente ya nos conocía a todos salvo a Yokai, que se había encerrado en un dormitorio a trabajar con su ordenador y no estaba presente. Lacombe, siempre eficaz, quiso ir al grano sin pérdida de tiempo.

Tal y como yo esperaba, nos dijo que Yoonah pronto llegaría a La Victoria. No viajaba solo sino que estaba acompañado de Alzaga. La noticia nos preocupó por partida doble. Quise saber cuándo estaba previsto que llegaran a Valcabado.

—El jueves —respondió la agente. Es decir, dentro de dos días—. Al menos eso es lo que deduzco por sus billetes de avión.

—En ese caso, preveo que mañana la doctora Jordán volverá a caer víctima de uno de sus ataques de alergia. ¿Hasta cuándo piensan quedarse?

—Sus billetes tienen fecha de regreso el domingo.

—Cuatro días —dijo Enigma—. Será un ataque de alergia bastante fuerte. Espero que no levante sospechas.

—Diremos que es algo más serio —respondí—. Algo relacionado con tus dolencias cardíacas, eso nos dará más margen.

Enigma decidió regresar de inmediato al hotel para telefonear a Cronin y decirle que al día siguiente sólo acudiría a la excavación por la tarde, ya que no se sentía bien. Se trataba de ir haciendo algo de teatro antes de la brusca recaída en su estado de salud que, por supuesto, tendría lugar el jueves. Burbuja y yo nos quedamos a solas con Lacombe.

—Me gustaría saber por qué Alzaga acompaña a Yoonah —dije—. Es algo que no me esperaba.

—Con eso no puedo ayudaros —respondió Lacombe—. Lo único que sé es que Voynich adquirió billetes de avión a nombre de los dos, para el mismo trayecto y los mismos días.

—Tú y yo tendremos que meternos en un agujero hasta que Alzaga se marche, novato. Si se topa con cualquiera de los dos, se acabó nuestro plan.

—Estoy tentado de presentarme en su habitación de hotel en mitad de la noche. Quizá cubierto con una sábana y cargado de cadenas. Puede que le dé un ataque al corazón.

—No estoy de broma, Faro.

—Lo sé, lo sé… —repuse—. Maldita sea. Vamos a perder mucho tiempo por culpa de esto. Espero que mientras estemos fuera de juego Voynich no descubra nada interesante sobre esa iglesia.

—¿Sabéis qué? Estáis empezando a mencionar algunos detalles de vuestros… proyectos que no estoy segura de querer saber —dijo Lacombe—. Será mejor que me vaya para que podáis hablar a solas.

—Antes de irte, me gustaría saber para qué has venido a Valcabado —le pregunté—. No es que no te agradezca el esfuerzo, pero habría bastado con mandarnos un mensaje. Es un viaje muy largo desde Lyon.

Lacombe nos explicó que no había venido desde Lyon, sino desde Londres. Según nos dijo, sus pesquisas sobre Yoonah no estaban produciendo ningún resultado, así que optó por darle otro enfoque a su investigación.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.